Por: Macho madrileño

Ese truco es más viejo que mear en parábola. Cuando ya te conoce la parienta estás arreglao, y hagas lo que hagas te pilla el truco y te tiene por los cataplines. Cuando ya llevábamos casaos cinco años, la mía se pasaba el día preguntándome que si venía a comer, que si venía a cenar, y si le preguntabas, decía que era por interés, pa tenerme la mesa lista y to preparao. ¡Quiá! ¡Más falsa que la monja de la Quina Santa Catalina, la jodía! Cuando me enteré de que estaba liá con el chino de la tienda de abajo a poco me da una linotipia. El “interés” que tenía era pa poder echar un clavo, bueno, no uno, sino más de cincuenta, por los cálculos que hice, porque la cosa duró tres meses, descontando sábados, domingos y festivos, y un día que me tuve que quedar de baja por la almorrana. ¡Fíate tú te las mujeres y no corras! Por eso ahora yo también hago lo propio. Cuando pillo cacho la llamo y la digo: “Eh, cari, que hoy me quedo a arreglarle las tuberías a la del cuarto”, porque no miento, que en un cuarto estamos los dos, la intefecta y yo, en el de la pensión Mejorada. Y que le estoy arreglando las tuberías es tan cierto como que yo me llamo Marcial y soy calefactor de una comunidá de vecinos.